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Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Hebreos 4:16

Los problemas nos transforman en personas ansiosas y angustiadas. La ansiedad es la causante de muchos problemas de salud en nuestros días. Algunos llegan a decir que es la enfermedad del siglo. Otros dicen que los cristianos no deberíamos sufrir esa enfermedad.
Sea cual fuere tu opinión, debes saber que la sufrimos, y que muchos somos los que necesitamos un remedio urgente para ella. Me gustaría repetir en este momento una máxima que constituye un buen remedio y que aprendí de una escritora cristiana: “Antes de ir al teléfono, vaya al trono“. ¡Cuán cierto es! El ser humano necesita saber que alguien entiende sus aflicciones y le ayudará a soportarlas, a sobrellevarlas. Pero no es sabio andar aquí y allá desesperadas buscando ese alguien. Pues, ¿Cómo saber si esa es la persona
elegida por Dios para cargar tu aflicción?
Hay una persona que sí es la indicada. “Deberíamos ir a Jesús y contarle todas nuestras necesidades. Podemos llevarle nuestras cargas y problemas pequeños y grandes. Todo lo que pueda causarnos dificultades deberíamos llevarlo al Señor en oración… todos tenemos pruebas, aflicciones duras que sobrellevar y tentaciones fuertes que resistir. Pero no las contéis a los mortales, antes llevad todo a Dios en oración. Tengamos por regla el no proferir nunca palabras de duda o desaliento. Podemos hacer mucho más para alumbrar el camino de los demás y sostener sus esfuerzos, si hablamos palabras de esperanza y buen ánimo”
¿Cuál es la promesa aquí? Que tenemos el mejor amigo, el mejor consejero, el mejor psicólogo, el mejor tutor a nuestra entera disposición, a cualquier hora del día y todos los días de la semana.
Algunas veces los seres humanos nos equivocamos cuando estamos buscando al pastor, al anciano, a la amiga, o a quien sea, para que lleve con nosotros la carga. ¿Y qué pasó con Jesús? ¿Cómo sabes que la persona escogida –aunque sea el pastor- tiene el mensaje del Espíritu Santo para ti? Llévate tu caso directamente a Dios con total confianza. El sanará tu ansiedad y aflicción y te guiará a la persona indicada.

Slds.

Tomado de Reflexiones Cristianas.
El Cristo de la Zarza

Muchos pueblos en el valle de la Decisión; porque cercano está el día de Jehová en el valle de la Decisión.
Joel 3:14

Para ser más semejante a Jesús, el ser humano necesita contemplarlo
diariamente desde diferentes ángulos. La Biblia es el libro del Cordero, y en ella encontramos al Mesías simbolizado de diferentes maneras.

La zarza que ardía y no se consumía es una de las figuras de Cristo. En ella podemos encontrar simbolizada su persona. Él es Dios y hombre al mismo tiempo. Es hombre, pero continuó siendo Dios. Si sacamos su divinidad, su sangre no tendría poder para expiar el pecado del hombre, y si sacamos su humanidad no existiría sangre, y sin sangre no habría remisión de pecados.
Mira la zarza. La madera es el producto débil e inconsistente de la tierra -es el “renuevo”, la “raíz de tierra seca”-, pero Dios está en ella, y por eso no se consume.

En la zarza podemos encontrar también simbolizados los sufrimientos de Cristo. El fuego trata de herirla, consumirla, destruirla, pero no lo
consigue. El enemigo persiguió a Jesús desde su nacimiento hasta su muerte, pero nada consiguió. El fuego no puede consumir a la zarza.

El tercer aspecto simbolizado en la zarza es su poder. Él venció la muerte. ¿De qué sirve que el fuego quiera consumirla? Se levantó de la tumba. El imperio del enemigo quedó derrotado para siempre.

En este día, amigo mío, mira al Cristo de la zarza (Deuteronomio 33:16) y no tengas miedo de enfrentar las dificultades, por mayores que puedan parecer.

No estás solo. Mira hacia atrás. Ya venciste muchas barreras en la vida y todavía continúas vivo. ¿Por qué? Porque la “zarza ardía y no se consumía”.

Mira hacia delante. Puede haber nubes oscuras y tormentas. Puede haber truenos, pero la voz de Jesús se escucha clara: “Cuando pases por el fuego, no te quemarás” (Isaías 43:2). Los jóvenes hebreos en el horno ardiente, los mártires que fueron quemados al comienzo de la era cristiana, si pudiesen ver su lucha, te dirían: “Sigue adelante, nosotros lo conseguimos; tú también lo conseguirás”.

Ahora una pregunta: ¿Tenemos la seguridad de que Cristo está en nosotros por medio de su Santo Espíritu? ¿Está morando en nuestro corazón porque vivimos una vida diaria de comunión con él? Si no es así, el mensaje de la zarza no tendrá consuelo para nosotros. En el día final, cuando el Cristo de la zarza retorne en gloria y majestad, como fuego consumidor, sólo habrá dos grupos:

los que no lo dejaron habitar en su corazón y que serán como grama seca (Malaquías 4:1), y los que en medio del fuego habitarán seguros. Dios quiera que estemos en el segundo grupo.

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    por: Elisabeth Fernández Volpe.