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Entrevista Ingrid Betancourt




“¿Qué fue lo peor de todo el secuestro?” – preguntó el periodista. Y ella respondió: -“Todo el secuestro es lo peor. Todo minuto vivido en el secuestro es un horror. La separación de las personas que uno ama; la imposibilidad de decirles a los que uno ama que los ama; ver que los años pasan sin poder abrazar a las personas que para uno son importantes; tener que vivir en condiciones que uno no permitiría para los animales que uno quiere. […] Son momentos muy difíciles; es conocer la condición humana en su profundidad; ser conscientes de que todos somos capaces de hacer cosas tan horrorosas”.*

Seis años, cuatro meses y nueve días. Mucho tiempo para algo que jamás debiera haber ocurrido.

El 23 de febrero de 2002 la vida de la colombiana Ingrid Betancourt se transformó en un infierno. Tal vez haya recordado, en las primeras horas de su cautiverio, la inscripción que Dante Alighieri imaginó en las puertas del infierno de su famosa Divina Comedia: “Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al dolor eterno; por mí se va a la condenada raza […] ¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!”

Sin embargo (análisis político aparte) el 2 de julio de 2008 llegó el día de su liberación. ¡Y todos nos conmovimos con la noticia! Todos y todas nos emocionamos al ver las imágenes del reencuentro con sus hijos. Todos – cada uno y cada una desde su lugar – volvimos a elevar nuestra voz a favor de la paz mundial.

Porque necesitamos paz. Esa que no se construye sólo con discursos y buenos deseos, sino que surge como resultado de tener la valentía de desarmarnos del egoísmo, del odio y del rencor, para transitar el camino del amor, el perdón y la reconciliación.

Precisamos recuperar la esperanza, que va más allá de una mera ilusión disfrazada. Abrazar un optimismo que construye. Cultivar una fe que genera cambios. Tomar decisiones que movilicen voluntades (“la mía primero”).

Anhelamos experimentar la libertad. Es probable que ni usted ni yo suframos alguna vez los horrores que implica un secuestro. Sin embargo, conozco muchas personas que viven con el alma secuestrada, privadas ilegítimamente de la libertad que les permita alcanzar una vida plena y feliz.

El gran Rey David escribió: “Dios es quien rescata del hoyo tu vida”. Salmos 103.4a (RVR60).

“¿Su liberación fue el momento más feliz de su vida?” – indagó el periodista. Ingrid contestó: -“El momento más feliz de toda mi vida es este momento en el que estoy con mis dos niños, pero el momento de mayor impacto, como una bomba que estalla, fue cuando el comandante del operativo gritó: ‘¡Somos del ejército nacional! Ustedes están libres’. Yo grité; me salió del alma; fue como una bomba que me estalló por dentro”.*

Más allá del hecho histórico en cuestión. Más allá de los actores políticos. Más allá de las opiniones del caso. Que hoy podamos ser libres de nuestros secuestradores. Que hoy podamos ver cómo se rompen nuestras cadenas. Que hoy tengamos la valentía de recibir la ayuda de Alguien más fuerte que nosotros, de modo que podamos exclamar: “¡Dios es el que rescató del hoyo mi vida!”

Escrito por: Cristian Franco

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